En este capítulo hablaremos del hambre física y emocional, las diferencias entre ambas, cómo detectar cuando está presente el hambre emocional y cómo gestionarlo.
Bien, empezando por donde toca para entender, el hambre física se trata de una ruptura del equilibrio de nuestro cuerpo debido a una insuficiencia energética alimentaria, la cual debe ser repuesta, acompañada de una sensación incómoda y dolorosa. Por lo tanto, ¿qué hacemos cuando tenemos hambre? Comer. Nuestro cuerpo vuelve a su equilibrio. Sin embargo, el hambre emocional no es así.
El hambre emocional ni siquiera es hambre realmente, pero se llama así por la sensación que provoca en nuestro cuerpo, por la cantidad de comida que se ingiere y por las falsas necesidades que el cerebro gestiona. Ahora te iré explicando paso por paso qué quiero decir con todo esto.
Cuando nos sentimos preocupados por algo constantemente, estamos inmersos en un pozo de negatividad, sentimientos negativos. Digamos que es una sensación que no nos gusta, obviamente. Queremos salir de ahí, escapar como sea. Bueno, pues la forma en la que gestiones dichas preocupaciones o malestares es muy determinante a la hora de enfrentarte a la comida.
En nuestro cerebro existe un mecanismo llamado Sistema de recompensa, donde la hormona reina es la DOPAMINA. Cuando al cuerpo le damos algo que le gusta, vivimos emociones intensas, pasamos el rato con gente que queremos, jugamos a nuestro juego favorito... se libera dopamina en nuestro cerebro y nos genera un estado de bienestar. Relacionando esto con la comida, cuando nuestro cerebro recibe alimentos altos en azúcares, sal y grasas, se inunda de dopamina, produciendo un estado de satisfacción y placer en la persona que está comiendo.
En el momento en el que una persona tiene preocupaciones y sensaciones negativas a diario o frecuentemente, se produce un estado de malestar que le conduce a compensarlo de alguna manera. Ahí es donde aparece el hambre emocional. Una manera de compensar o reducir el dolor que nos produce determinadas situaciones o preocupaciones, con tal de aliviarlo aunque sea un poco. Es un error en el que mucha gente tiende a caer. Y quiero decir que no es tu culpa. Claro que no. Gestionar las emociones, las preocupaciones y las situaciones difíciles no es nada fácil. Sin embargo, debemos aprender a gestionarlas porque la comida es nuestro motor energético y el cuerpo es nuestro templo que debemos cuidar. Nuestro cerebro es el que nos proporciona lucidez cada día y nosotros mismos construimos nuestro camino hacia donde queremos ir. Imprescindible cuidar cada parte de nuestro cuerpo. Y no hablo solo en cuanto a alimentación.
Lo que te estoy explicando está enfocado en la relación con la comida, pero hay otras formas poco saludables de aliviar el dolor producido por esas preocupaciones, como por ejemplo, refugiarse en las pantallas, alcohol, tabaco, drogas... pero este no es el tema que quiero tratar, porque mi rol aquí está relacionado con la comida y la salud (aunque ya sabéis que me encanta tratar más temas).
El cómo detectar el hambre emocional puede ser un poco complejo, ya que suele aparecer en esos momentos de estrés, malestar y preocupaciones constantes.
Te voy a dar unos consejos.
- Identifica cómo te sientes y cuál es la raíz de ese sentimiento. Es importante saber donde está la raíz del problema e identificar qué sentimiento tienes hacía la situación.
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Busca con calma una solución. A veces nos enterramos en el pensamiento de lo que está pasando, la catástrofe que se nos viene encima y realmente hay que saber parar. Hay que saber poner en pausa la mente, focalizar el problema y buscar una solución.
- Desvía la mente haciendo otra cosa para no acabar recurriendo a la comida. Una de las cosas que más me gusta recomendar es hacer cosas que nos guste, nos mantenga entretenidos y nos aleje de dispositivos electrónicos. Se trata de pasar tiempo a solas contigo mismo, conocerte mejor y darte el espacio que necesitas. Si disfrutas haciendo algo, hazlo y no pienses en el problema ni tampoco en la comida.
- Prueba a salir de casa y dar una vuelta, refrescar la mente viene bien. Estar en casa encerrado entre cuatro paredes dándole vueltas al problema no va a resolver nada. Solo te va a producir más estrés y más nerviosismo. Llévate al perro (si tienes perro) a dar una vuelta, camina por los parques verdes, por las calles de tu ciudad, escucha música relajante o un podcast. Evádete del mundo por unos instantes y relaja tu mente.
- Antes de comerte el alimento para intentar reducir el malestar, piensa si realmente lo necesitas. El malestar o el problema no se reduce o gestiona con la comida, sino buscando una solución.
Te voy a dejar un documento como resumen para que lo tengas por si te interesa echarle un vistazo de vez en cuando.
Espero que te haya servido y a partir de ahora tengas más en cuenta la gestión de estas situaciones. ¡Buena suerte en tu camino!
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